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laboratorio de espectadores

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lunes, 11 de enero de 2010

El teatro como texto, como espectáculo


Copio a continuación un artículo de María José Ragué-Arias publicado en la revista ARTEZ de Enero 2010.
(Para acceder a la revista completa pinchar en este enlace.)


Aunque por aquí no ha pasado ninguno de los espectáculos que menciona, me parece una reflexión interesante.

Pedro M.


El teatro como texto, como espectáculo
María-José Ragué-Arias

En los años setenta del pasado siglo, parecía que descubríamos que el espectáculo teatral no tenía por qué basarse en un texto. Hoy, algunos de los grandes creadores escénicos imprimen de tal modo su personalidad en el espectáculo, que identificamos la huella de la creación en la figura del director.

En Girona Temporada Alta vimos Platz Mangel de Marthaler, basada en gran medida en la coreografía y la música, interpretada por actores que bailan, cantan, se contorsionan... La música es parte fundamental del espectáculo y el texto, sin ella, no tendría sentido. Hay siempre en Marthaler una serie de cuadros musicales y coreográficos de gran belleza, suavidad y sutilidad, que dan cuerpo a los temas y las situaciones y que apoyan a las palabras. Y hay una escenografía que aún siendo potente también se armoniza delicadamente con el desarrollo del espectáculo. En Platz Mangel (Falta de espacio) nos hallamos en un centro de salud y de bienestar para mayores. La parodia será sangrienta porque trata del negocio y la ética de la salud pero todo se envuelve en una atmósfera de ensueño y la perfecta combinación de palabra, música y canción nos deja con una sensación de tierna ironía.

Jan Lawers y la Needcompany que vimos en el Teatre Lliure, imprimen también una personalidad visual y temática en sus espectáculos. The deer house nos habla de una muerte producida en Kosovo y de una evasión positiva hacia la casa de los ciervos, con una escenografía formada por una gran mesa multiusos y unas extrañas esculturas en el escenario, montones de látex que son cornamentas de ciervos. Es la fría poesía de Lawers. No es éste uno de sus mejores espectáculos pero su estética es absolutamente representativa. Es la de un artista que no establece fronteras entre la plástica, la música, la danza y la palabra y cuyo tiempo no es lineal.

Tampoco el espectáculo de Robert Lepage que vimos en el Festival de Otoño de Madrid está entre sus mejores creaciones pero la personalidad del creador se trasluce siempre con brillantez. The Blue Dragon nos muestra un entramado de imágenes en dos largos rectángulos en dos niveles que adoptan múltiples formas para construir un espacio por el que pasan trenes, aviones, metros, y que se transforma también en galería de arte, o en una vivienda. Es el modo de contar historias de Lepage, el habitual despliegue tecnológico que le permite cambiar de plano constantemente. Aquí nos cuenta un pequeño melodrama situado en China, con una prodigiosa visualidad escénica.

Algo distinto son los dos espectáculos presentados en Temporada Alta de Girona, que sí se basan en el texto pero que muestran una coralidad coreográfica que consigue una narratividad brillantemente visual.

William Kentridge y la Handspring Puppet co-presentaron Woyzeck de Büchner adaptado a la región sudafricana del Highveld, la meseta en la que vive un tercio de la población del país. Los actores son grandes marionetas y en el movimiento escenográfico tienen gran protagonismo los dibujos de animación en carboncillo de Kentridge, un cotizado artista sudafricano que descubrió que los títeres pueden hacer algunas cosas mucho mejor que los actores. La manipulación de los títeres es transparente, pero aun viendo la artificialidad del movimiento no podemos evitar creer en su autonomía. Son distintos niveles teatrales reunidos en una espectacularidad que deslumbra y admira a partir siempre del texto de Büchner, del tema de la injusticia social.

Un absoluto respeto por el texto shakespeariano es el de Check by Jowl, un grupo extraordinario con una fuerte personalidad. Macbeth, presentado en Temporada Alta, prescinde de todo lo que no es absolutamente esencial. No hay brujas, no hay ni una gota de sangre, ninguna arma, ninguna espada. Las armas son imaginarias, las visualizamos sólo por el gesto de los actores. La fuerte coreografía física de los actores clarificará todos los momentos cruciales de la tragedia. Check by Jowl pudiera ser acaso la perfecta combinación de respeto al texto y espectacularidad personalísima de la puesta en escena.

Pero cuando frente a los despliegues escénicos que hemos comentado, algunos de extraordinario interés, el director saca las esencias de un texto, nos encontramos ante grandísimos espectáculos que merecen nuestra admiración.

Krystian Lupa dirigió en Temporada Alta un escalofriante ritual en su puesta en escena del texto de Las Presidentas de Werner Schwab con tres prodigiosas actrices polacas que interpretaban a las tres mujeres que salvan su miseria y su destructividad apoyándose en un catolicismo inhumano. Es un espectáculo escatológico de brutal verbalidad y de una ironía atroz que acaba con la degollación de una de las mujeres a manos de las otras dos, una historia sórdida que esconde una metáfora política feroz. Y Lupa nos ofrece un texto servido por una puesta en escena perfecta, que consigue deslumbrarnos.

El Piccolo Teatro de Milán tiene una imagen consolidada que pocas veces nos defrauda. No lo hizo con la Trilogía della Villegiatura de Carlo Goldoni dirigida por el napolitano Toni Servillo. El espectáculo tiene un aire ligero con una musicalidad acelerada de la palabra y nos muestra un enredo con tintes trágicos basado en los personajes de una burguesía arruinada y empeñada que se obstina en ir de veraneo. Todo es suave, sencillo, bello y luminoso, toda la interpretación tiene toques musicales, todo fluye con interés y amenidad. La adaptación de Servillo consigue que las tres horas del espectáculo se nos hagan cortas. Estuvo en el Festival de Otoño de Madrid, cerró brillantemente el festival de Temporada Alta de Girona.

Hay tanta verdad y tanta fuerza teatral en estos dos espectáculos “de texto” como la hay en Check by Jowl o como pueda haberla también en Kentridge, como la hay a menudo en espectáculos cuyo texto está en función del espectáculo como son los de Marthaler, Lepage o Ian Lawers. La novedad de los años setenta, que parecía poner el espectáculo visual por encima del que se basaba en el texto, hoy está ya superada, lo que importa es el nivel de los espectáculos, su verdad. Puede estar en el texto, en la coreografía que parte del texto o en la que se crea a partir de las imágenes.

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Pedro M.

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