Ayer, mientras, ya sin los cascos, seguíamos a Laura del Mercat de Campanar a La Petxina y de ahí trashumábamos por las calles de esta ciudad, reflexionábamos sobre el espectador semiactivo (por el movimiento de las extremidades inferiores y algunos hasta superiores) en el que nos estaban convirtiendo, algunos opinarían espectáculo callejero (o familia de Almería) o espectador asertivo en pseudomovimiento, no sé, ya opinaréis, mientras, y siguiendo con nuestra reflexión espectadorespectáculo que dejamos en las líneas anteriores al Levante , habla un artista sobre el espectador y el espectáculo
Carmen M
Una gran cantidad de obras actuales no resisten a la crítica. Ciertas actitudes válidas se concretan en realizaciones cuya novedad no reside más que en la apariencia, en el material utilizado o en la forma de presentación. Sin analizarlas demasiado se descubre, bajo la pretensión de esta originalidad, un arte equivalente al que se quería superar, cuando no se reducen a un simple gusto por lo insólito o el snobismo.
Sin entrar en consideraciones críticas se puede señalar toda una serie de nuevas relaciones obra-espectador, que van desde la simple contemplación hasta el "espectador-obra", pasando por el "espectador-estimulado", él "espectador-desplazamiento", el "espectador-activado", el "espectador-intérprete", etc.
Se modifican los papeles de la obra y del espectador. Hacer vivir la participación activa de una obra es quizás más importante que la contemplación pasiva y puede desarrollar en el público sus condiciones creativas naturales. Pero la pretensión extrema de querer hacer participar al espectador puede llevar a ponerlo frente a una tela blanca colocada en un caballete y a incitarlo a usar una caja de pintura al óleo o a reinventar la máquina de escribir como obra, solicitando la participación activa del espectador para la creación de la poesía.
En el mismo orden, y con una preocupación de espectáculo, tomar al espectador-activo como objeto de contemplación (mientras participa en una obra es objeto de espectáculo) plantea la existencia simultánea de un espectador que vivé la realización con la conciencia de ser observado y de un espectador que lo contempla.
(…)
Incluso, en esta preocupación por la participación violenta de los espectadores, se podría llegar a la no-realización, no-contemplación, no-acción. Se podrá entonces imaginar, por ejemplo, a una decena de espectadores no-acción en el negro más completo, inmóviles, no diciendo nada. Si pudieran no pensar y quizás no respirar, se alcanzaría el grado más alto del nuevo arte. Pero permaneciendo en estas preocupaciones, se puede tratar de encontrar soluciones alejadas del absurdo. Porque este aspecto de improvisación apresurada alcanza a todo un estado de desesperación y de aburrimiento, cuando no se trata simplemente de incapacidad de claridad.
Incluso, en esta preocupación por la participación violenta de los espectadores, se podría llegar a la no-realización, no-contemplación, no-acción. Se podrá entonces imaginar, por ejemplo, a una decena de espectadores no-acción en el negro más completo, inmóviles, no diciendo nada. Si pudieran no pensar y quizás no respirar, se alcanzaría el grado más alto del nuevo arte. Pero permaneciendo en estas preocupaciones, se puede tratar de encontrar soluciones alejadas del absurdo. Porque este aspecto de improvisación apresurada alcanza a todo un estado de desesperación y de aburrimiento, cuando no se trata simplemente de incapacidad de claridad.
Julio Le Parc
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